“something borrow, something blue…”.
mis manos han terminado azules. no sé por qué demonios, con todo y mis 23 añotes de edad aún no puedo usar plumas de adultos decentemente.
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la inseguridad apesta.
pero el crimen es sentirse vulnerable.
eso y, claro, la falta de respeto del “otro”, de aquel que rebasa tu lebensraum y "transgredí lo que es tuyo, lo que eres y qué".
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un buen día, y no hoy, es aquél en el que lo inesperado salta -como el grillito cantor- y se desborda armoniosamente. algo así como las agradable disonancias de CocoRosie.
son esos instantes en los que todo puede ser, todo espera ser, pero resulta inevitablemente en una nada.
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la miss kittin me preguntó un día que qué preferiría perder de algún sentido –claro, si tuviera que perder alguno, y si tuviera la oportunidad de elegir-. yo contesté, y sin vacilar, que la vista –toda una compresa de cosas al mismo tiempo: colores, paisajes, rostros, (des)encuentros…-. hoy, precisamente hoy creo que he cambiado de parecer; si me volviese a preguntar seguramente diría que el oído. sí, la vista es criminalmente poderosa, fuerte, vivencial, pero el oído te transporta, te puede hacer volar. y en esos momentos te das cuenta cuán importante es la música, el ruido, o en su defecto una voz –sí, la que esperas escuchar, la que esperas oír cuando suena el teléfono y te atreves adelantar una conversación en tu mente con “esa” vocecita-.
perfectamente podríamos hacer definiciones de estados de ánimo con la música, y no –o bueno, al menos a mí me costaría mucho más trabajo- con los colores.
o esas sensaciones incomprensibles de que una canción de arranque las lágrimas así como así.
o cuántas conexiones devienen por escuchar x o y grupo.
…
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y me dieron ganas de decirte: caminante, sí hay camino…
se deshace al andar.
[guaca-guaca]
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yo quería un chile de amordidas.
quería enchilarme con tus semillas.
yo quería un chile de amordidas.
hoy quería picarme con tus heridas.